Gotham Cityʳᵖ: Ciudad Maldita

Una Rata Muy Grande

Capítulo III


—¡Su atención por favor!— La plata del cubierto choca con el cristal de la copa. Parece obvio pensar que el orador tiene al público embelesado, doblegado ante sus caprichos. El corte es su traje revela la pulida confección de quien viste a la medida y la confianza en sus gestos afirmar la primera idea, es el rey de la ciudad. Un rey cruel y sanguinario, pero rey al fin y al cabo.—Me complace anunciar que los planes que tengo para Gotham se han cumplido al pie de la letra... Me gusta pensar en nuestra ciudad como un diamante negro; al principio las casas de joyas ignoraban estos raros ejemplares hasta que descubrieron su valor en el mercado. Nadie invirtió en esta ciudad durante años hasta que yo vislumbré el potencial que tenía y mirenos ahora... ¡Loeb ya compró su primer deportivo!— Las risas estallan entre los invitados. De ser otra la ocasión aquel hombre hubiera apelado a la discreción, pero esa era su casa y nadie que entrara en Falcone Manor podía no estar enterado de como se manejaba la ciudad. El propio Guillian Loeb celebraba su chiste, porque no estaba lejos de ser verdad; ¿El sueldo de comisionado le hubiera alcanzado para pagar su estilo de vida? Por supuesto que no, su mujer despilfarraba cuanto podía y sus amantes sólo duraban hasta que le giraban la tarjeta. Además, en una ciudad como Gotham sólo un idiota estaría en contra del hombre que dominaba tanto el bajo como el alto mundo.
En medio de las risas Loeb saca las llaves de su auto y las agita frente a todos, haciendo el chiste más grande. Su esposa se apoya en su hombro, demasiado divertida para preocuparse por cómo su marido financió ese precioso deportivo.
En aquella cena estaba lo más selecto de Gotham. Varios jefes criminales se codeaban con altos rangos policiales y demás socialités.
Las fiestas en aquel lugar siempre eran exquisitas, por no mencionar que los tratos se cerraban por montones; ¿Quieres poner a tus chicas en mi esquina? Por supuesto, si cada una entrega una cuota; ¿Quieres que tus muchachos puedan distribuir en mi zona? Claro que sí, siempre y cuando mi comisión llegue con puntualidad.
El discurso continúa y todo el mundo se asegura de reafirmar lo que dice su anfitrión para congraciarse con él. Cuando las copas se levantan en brindis y los invitados beben, el vitral de escena renacentista que está a un costado de la extensa mesa estalla en mil pedazos, dejando la entrada libre para un demente.Las personalidades se cubren como pueden, presas del pánico que un atentando puede significar. Los gritos agudos llenos de estrés inundan el lugar y una buena parte de los invitados sacan a relucir las armas que los acompañan desde su nacimiento. El loco del disfraz parece no inmutarse ante lo que ha provocado, pero no es el único que permanece tranquilo; Falcone a la cabecera no ha desenfundado, no ha gritado ni ha intentado cubrirse. Esa era su casa, esa era su fiesta y esos eran sus invitados, y un pobre perturbado disfrazado de murciélago no iba a romper con su paz.El mafioso grita órdenes para que sus hombres atrapen al demente, pero el murciélago reluce unas habilidades poco vistas hasta el momento. Quizá las historias que cuentan los periódicos sobre él son reales. Quizá sólo caza por placer. Pero de ser el caso, se ha equivocado de presa. De ser el caso, ha elegido a una rata muy grande.—Esta ciudad sufre los estragos de su corrupción, necesita una profunda limpieza.— La voz es acorde con el personaje: ridículamente grave, como él, también es ridículamente absurda.
—Sus días pudriendo Gotham están contados, hay un nuevo vengador en la ciudad...— Los invitados disparan, pero como si se tratara de un ser omnisciente el intento de vengador las libra y aquellas que llegan a él, rebotan con un chirrido de metal contra metal.
La amenaza está sobre la mesa y los invitados corren a la salida. El loco del disfraz se acerca a la ventana rota y en una imagen que parece irreal salta por ella a pesar de estar a demasiados metros de altura.Loeb intenta irse pero la alargada mano que lo ha tomado del cuello del traje se lo impide. El deportivo no iba a pagarse solo.—¡¿QUÉ MIERDA FUE ESO?!— El mafioso lo empuja fuera del inmenso comedor, maldiciendolo hasta que llegan a su oficina.—Quiero un maldito equipo especial siguiéndole los pasos; ¿Por qué se disfraza? ¿Qué está buscando ocultar? Quiero su maldito rostro pegado en toda la ciudad, quiero que cada persona a la que ha molestado sepa exactamente a quien debe rendirle los honores.— La mente empieza a trabajar. La sinapsis empieza a dar resultados.
—¿Quiere jugar a limpiar esta ciudad, no? Entonces hay que darle algo que limpiar... Una noche sin vigilancia para Arkham. Puertas abiertas, cámaras apagadas, perímetro despejado... Que Gotham se vuelva el basurero del infierno.